Equipo de Riesgos – RealRisk
La quiebra del Banco de Silicon Valley Bank genera muchos aprendizajes en medio de un contexto de riesgos con distintos alcances para la industria financiera.
Lo primero que habría para decir es que los excesos de dinero, llámense burbujas de los mercados privados o amplitud monetaria de los bancos centrales, siempre tienen consecuencias. La inflación tras la relajación monetaria de la pandemia y los flujos incesantes de capital de riesgo hacia empresas de tecnología, muchas de ellas decididas sólo a quemar capital, son una muestra de ello. Cuando el dinero no vale nada, la gente especula con él buscando tener suerte y hace tonterías lejos de la esperada racionalidad económica.
El otro tema clave es que siempre que la industria financiera se sale de sus modelos sin mayor cálculo, los riesgos suelen emerger. La ecuación de SVB era muy particular: recibir cantidades inmensas de flujos de capital recaudados por empresas de tecnología y sus fundadores, sin tener muy claro que hacer con esos depósitos (en los bancos tradicionales van como préstamos a otros clientes que necesitan dinero) La razón es que, a diferencia de un banco tradicional, la mayoría de sus clientes nadaba en liquidez y tenían poco interés en hacer créditos. Entonces el SBV decidió poner una parte muy importante de sus recursos en bonos del Tesoro de los Estados Unidos. El problema llegó cuando el valor de esos bonos cambió por efecto del aumento sostenido de la tasa de interés que castiga los papeles emitidos a tasas más bajas a la hora de liquidarlos en el mercado. Esta situación se reflejó en el balance del banco, comenzando a generar dudas.
Otro frente mucho más conocido, pero no menos importante es la alta exposición de un banco a un sector específico o la falta de diversidad de los clientes. En el caso del SVB, el banco se declaró el jugador de las compañías de tecnología, las startups y sus fundadores. Eso que en un principio parece una estrategia muy inteligente por la construcción de una ventaja de especialidad en un nicho creciente y adinerado, a la hora de mirarlo como concentración del riesgo, fue un error de estrategia. La sequía de capital de riesgo para financieras empresas tecnológicas y estar expuesto a un sector que actúa como rebaño y en red, en buena medida fue lo que precipitó el colapso de la entidad.
Otro riesgo materializado fue el hecho de que una corrida bancaria ya no se de en semanas sino en horas, por cuenta de la interconexión entre los clientes y la posibilidad de hacer transacciones electrónicas instantáneas. La industria de tecnología suele estar conectada cooperando para múltiples actividades y esa interconexión en tiempo real hizo que la percepción inicial de riesgo de algunos de los clientes se extendiera a toda velocidad vía mensajería instantánea a la gran mayoría de los clientes que de inmediato intentaron retirar al tiempo el dinero de sus cuentas, lo que ningún banco resistiría, al no tener todo el dinero a la vista. Sólo el jueves se hicieron solicitudes de transferencias a otros bancos o retiros por US$42.000 millones. Los mismos fundadores de compañías de tecnología relatan en Twitter, como si se tratara del tráiler de una película, las horas y minutos tratando de hacer transferencias y retiros.
Las medidas de control, que incluyen un nuevo mecanismo de la FED para proteger los ahorros en los bancos estadounidenses hasta por US$300.000 millones y movimientos como los de HSBC que compró por una libra la unidad de SVB en Reino Unido en respaldo a sus ahorradores, limitan hasta ahora los efectos de contagio. No obstante, aprender de los nuevos retos que enfrenta la banca en medio de ciclos económicos, cambios tecnológicos y nuevas formas de operar propias y de sus clientes, puede contribuir a entender cuáles son los mecanismos que le dan fortaleza o debilidad al sistema financiero en un mundo con reglas de juego sin precedentes.